Si bien, creo que escribir es una opción interna que llama a la reflexión, para mi se transforma en un viaje al interior que surge a partir de inquietudes y estímulos personales y externos. Hoy quizás, se han dado una variedad de acertijos en mi mente que presuponen la mirada de un ser divino que ve como surgen las cosas con una visión general, que me llaman a disfrutar de la música y del sonido de las palabras escritas tal como una opera genera en las neuronas y conectores.
El costo de oportunidad de escribir, es dejar de lado aquello que obliga a la costumbre y a lo personal, sabiendo que el lector soy yo mismo, ya que a pesar de publicar esto en un lugar público lleno de información, presupongo que nadie más que el que escribe entenderá lo escrito, cometiendo el riesgo, aventura y adrenalina que alguien conozca mi interior a través de lo escrito.
A pesar de ello, encuentro un viaje visual las palabras generadas, que como los antiguos griegos, para exponer y aprender los monólogos, se imaginaban un lugar lleno de objetos simbólicos, para recordar lo que se iba a comunicar. La diferencia clara está, en que lo generado se procede con un fin egocéntrico, sin querer llegar a otros, sino sólo al único que puede leer y saber de lo escrito, que se encuentra en todo lugar, inclusive en mi interior. Otra diferencia, es que el viaje imaginado es un vuelo personal que parte desde la tierra pasando a través de los cables de la ciudad, mirando las casas, edificios y alejándose de las luces y llegando a las nubes solitarias, con un sentido de libertad, integridad, plenitud que conecta los sentidos más fuertes e intrínsecos de plenitud. Una vez que empieza el descenso empiezo a vislumbrar paisajes y naturaleza desolada con verdes prados y arbustos dispersos por el valle, en el cual aterrizo y empiezo a correr y realizar saltos gigantes que asemejan el vuelo de un ciervo, acompañado de animales que van alegres corriendo por la sola compañía y ganas de correr disfrutando la vida. Una vez encuentro un río ingreso en este nadando en las aguas cristalinas, dándome vueltas y mirando desde abajo del agua los rayos de sol, sintiendo el silencio y paz que el agua genera, las palpitaciones empiezan a disminuir, produciendo una tranquilidad placentera. nadando se provee también la energía y movimiento absoluto con el control interno, la soltura y unión en el trabajo de cada parte del cuerpo, disfrutando lo observado al rededor, llegando a guas diferentes y profundas me encuentro con un ser espectacular con sus líneas y curvas simétricas que van desde su boca hasta su cola y que culminan en su parte superior con una aleta. Nos acercamos y se genera armonía inmediata, apoyando mi nado y fortaleciéndonos, buscando nuevos lugares que recorrer, gozando de la compañía y apoyo mutuo, observando, descubriendo, aprendiendo, de cada cual. Provistos de un entorno entregado y privilegiado, por lo que invitamos a otros para disfrutar de aquella tranquilidad, y gozo de quién nos ha dado el entorno y provisto de lo necesario. CF